A este gigante de las minas no lo conduce nadie, para moverse y orientarse le basta su cerebro electrónico, que escanea 100 veces por segundo la mejor ruta a seguir y distribuye la carga de la forma más eficiente con el fin de evitar el desigual y prematuro desgaste de los neumáticos.
A diferencia de los pilotados por conductores, este monstruo robotizado se mueve con la misma soltura hacia delante y hacia atrás. Con 2.700 caballos, puede cargar más 250 toneladas en cada viaje.