Estas jirafas van a comer a un lujoso hotel y sus huéspedes selectos comparten los platos con ellas, además de otras experiencias muy curiosas. Se llama Giraffe Manor y está en Kenia.
No es ninguna molestia para las élites hospedadas que las visiten estas jirafas a la hora de comer y que introduzcan sus cuellos largos por las ventanas para meter sus hocicos en los platos. Incluso hay quienes dejan que les laman las manos y la cara… en fin. Todo transcurre con muy buena onda, todo «superguay». La cosa sería diferente, claro, si los que viniesen a comer no fueran ellas sino los leones del entorno, pero afortunadamente para el hotel y sus huéspedes eso no pasa.
Forma parte del marketing del destacado establecimiento la promoción de esta relación singular y afectiva con las jirafas y con la vida salvaje, ya que —parece ser— en otros tiempos sus antiguos propietarios acogieron a estos animales para protegerlos de los cazadores furtivos, quienes iban a por ellas sin piedad.
Por lo visto las jirafas son muy listas y no olvidan a quienes les echan un cable, por eso han conservado estos lazos afectivos con el lugar.